lunes, 13 de octubre de 2014

En la próxima vida.

En la próxima vida me gustaría ser de derechas, así podría votar a un partido político sin que la corruptela que transpira por todos sus poros me supusiera un cargo de conciencia. Me sentiría satisfecho y representado cuando a mis líderes políticos se les escapara lo que en realidad sienten y piensan, pero que no es políticamente correcto, respecto al machismo de nuestra sociedad, al fenómeno de la inmigración, a la libertad de los homosexuales de vivir y sentir según sus tendencias sexuales, al derecho de todos los ciudadanos de tener las mismas oportunidades y tantos otros aspectos que les corroen por dentro pero que no pueden expresar públicamente por miedo a recibir la crítica pública, ha caer en el ostracismo o, peor todavía, a perder algunos votos que los sigan manteniendo en el poder.

Que placer sería poder pisar todos los cuellos que quisiera, subyugar a quien me apeteciera, decir todas las mentiras que me interesara para conseguir mis propósitos o para manchar el honor o la integridad de mis adversarios y luego encomendar mis pecados a un dios, ser perdonado por un representante legal de ese dios en este mundo y poder empezar de nuevo con mis correrías.
Y ya que hablamos de ello, que bonito sería poder creer en esa religión en la que creen los políticos de derechas de este país y poder exaltar valores sociales y morales tan maravillosos como la creencia de que la homosexualidad es una enfermedad que no solo tiene cura sino que puede ser contagiosa; que todos los seres que tienen la desgracia de nacer con una deficiencia seria, tienen que afrontar toda una vida de sufrimientos porque dios lo ha querido así, o que todo aquel que va ha nacer en una situación des-estructurada tiene que aceptar su destino; que la mujer, en realidad es un ser inferior que ha sido creado para servir al hombre y para criar a sus hijos (¡coño! si Dios hubiera querido que la mujer fuera más importante que el hombre habría mandado a su hija a salvarnos a todos en lugar de a su hijo – piensan algunos–); que es preferible que los humanos sufran en silencio por sus enfermedades o sus accidentes antes que permitir que la ciencia avance en su beneficio investigando con células madre; que la fe es algo íntimamente relacionado con el poder; que abusar de niños y niñas no es algo tan malo y tan punible cuando lo hace un acólito de dios (pobrecitos, hay que pensar que nunca han tenido la oportunidad de expresar sus instintos sexuales por causa del celibato –piensan otros–); que quienes más saben, y por tanto mejor pueden aconsejar, sobre la vida familiar y las relaciones amorosas entre los humanos son precisamente aquellos que nunca han formado ni formarán una familia ni mantendrán –al menos en teoría– una relación amorosa.
¡Hay! que felicidad si pudiera creer en todo esto.

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