Si hago esta afirmación es porque me mueve la razón empírica. Llevo ya muchos años metido en esto de la docencia en diversos niveles educativos como para poder darme cuenta por mi mismo de los defectos de que adolece nuestro sistema educativo.
El primero de ellos es sin duda el que provocan nuestros políticos, sobre todo los de derechas. Cada vez que tiene oportunidad utilizan la educación para su propio beneficio: para aleccionar a la infancia y a la juventud en sus propios planteamientos, que generalmente se traducen en dos pilares fundamentales: por un lado, selección de los más inteligentes o los más pudientes para continuar con niveles superiores de educación, y por otro adoctrinamiento basado en la fe y los valores del cristianismo con la intención de obtener una masa popular dócil y lerda que no ponga en duda las decisiones que sobre sus vidas los líderes puedan tomar.
Para ello, aprovechan la mínima oportunidad para retirar ayudas a los libros, a los comedores, a las becas, a las dotaciones de los centros públicos, etc. mientras reducen las plantillas del profesorado, evitan sustituciones, amortizan plazas de docentes jubilados, aumentan las ratios en las aulas y empeoran sistemáticamente las condiciones de los centros públicos mientras subvencionan la escuela concertada configurada principalmente por los centros pertenecientes a la iglesia católica.
Se que este es un melón que nadie se atreve a abrir, pero ¿nadie se pregunta porque existen tan enormes diferencias entre el acceso a la docencia de un docente público respecto a uno concertado?. De entrada un docente que quiera acceder a la escuela pública debe someterse a un proceso de oposición al que deberá dedicar una buena parte de su vida si quiere superarlo, y en todo caso deberá acceder a una bolsa de trabajo en la que puede permanecer durante años antes de optar a una plaza en calidad de interinidad.
Por contra un docente de la escuela concertada, solo tiene que conocer a alguien dentro del centro o de la jerarquía eclesiástica para que le hagan un contrato de trabajo sin pasar por un concurso selectivo público. Pero tanto a unos como a otros se les pagará con el dinero de nuestros impuestos. Por cierto, dicho sea de paso: si estas divorciado/a, separado/a, si no estás bautizado o no estás casado por la iglesia lo tienes muy difícil para acceder a una escuela concertada católica.
Otro de los problemas que afectan a nuestra educación es sin duda la formación metodológica que tiene una buena parte de nuestros docentes. Una formación construida en base a metodologías tradicionalistas basadas en el premio y castigo sobre un proceso de enseñanza-aprendizaje que premia únicamente la acción memorística derivada de la superación de exámenes y pruebas que dejan mucho que desear. Un sistema que despoja a los estudiantes de todo conocimiento significativo y que no los prepara para afrontar nuevos retos, para desarrollar la capacidad crítica que les permita ser personas mas seguras de si mismas, para adquirir habilidades o desarrollar capacidades que les otorgen un futuro en el que sean capaces de disfrutar del ocio, del deporte, del arte, de la música, de la cultura.
Para esta corriente metodológica, las masas deben ser preparadas solamente para trabajar. No importan las individualidades de la persona, solo cuenta la uniformidad de todos los individuos. Todos deben saber escribir al mismo tiempo, todos deben saber sumar y multiplicar cuando está establecido y el que no cumple con el patrón cuando se le ordena debe pasar a considerarse fuera del sistema, marginado y hasta humillado.
Como muestra valga este ejemplo de una de las mentes más privilegiadas con que cuenta la humanidad, Sir Ken Robinson:
Por supuesto que existen muchos más defectos que debemos superar si un día queremos aspirar a una educación mínimamente aceptable, y de ellos hablaremos más adelante. Pero de momento lo que más urge es un gran pacto de estado por la educación que no esté contaminado por la influencia del dogmatismo de derechas ni de los valores exclusivos de la iglesia católica.
¿Será soñar demasiado?
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